20/6/09

TP Nº 1 PRESENTACION

A traves de un objeto, una foto o un recuerdo concreto de la infancia. Presentarse con un relato breve. Escritura auto biografica

Días Lejanos
Lejanos quedaron aquellos días, si esos días, días de sonrisas fáciles, días de disfraces, días de juegos, días de recolectar flores de árboles Jacarandás, en las cuadras siguientes a casa, los juegos en la vereda también se esfumaron, “La Rayuela”, “La Mancha” y “Las Escondidas”.
Y los bolsillos del delantal llenos de pequeños tesoros? Donde han quedado esos tiempos?
Como me gustaban los días de otoño escuchar el crujir de las hojas secas, desparramadas por todos lados al pisarlas con mis zapatos “canadienses”.
Uy, si había algo que detestaba con toda mi alma, era esa maldita polera, si la maldita polera gris! Mi madre me forzaba a usarla cada día de frío intenso, al despertarme para ir a la escuela, creo que por esas épocas estaría en segundo o tercer grado, no recuerdo con exactitud. Odiaba esa polera, su cuello largo que encerraba al mío, casi , como si fuera un molesto aparato de ortopedia, me provocaba muchísima picazón, incomodidad, bronca, hasta diría que furia.
Pero una mañana, la naturaleza hizo justicia, con el crecimiento de mis huesos, la maldita polera, ya no entraba en mi torso, ni pasaba por mis brazos, jeje, al fin, me había sacado de encima tamaña tortura, aunque no.
Si amigos! Lamentablemente canté victoria antes de tiempo!
La dinastía de las poleras siguió haciendo estragos con mi pobre cuello. Llegó otra, una hermana mayor que la anterior, muy parecida, hasta del mismo color, pero en un tono más oscuro.
Y así fue como mi cuello, se fue amoldando, acomodándo, o quizás acostumbrando al uso de estas prendas de vestir, sintiéndo que la batalla había sido perdida.
Guillermina Limonta


No llegaba a los tres años pero el chico ya quería conducir un vehículo. Tenía los pies muy pequeños, las manos enfundadas en guantes de lana gruesa, un gorrito con visera que le dejaba en el flequillo una canaleta poco elegante y un ánimo nada inquieto, casi resignado.
Su abuelo lo llevó una mañana a la calesita de Tatín, el legendario hombre que legó el oficio de la sortija a más de tres generaciones. Y pese al frío, el chico dio varias vueltas aferrado a su abuelo. Casi al mediodía, Tatín le dio la mano y mandó saludos para su padre, otro legendario del barrio.
Caminando hacia la avenida se cruzó con su primo, otro chico un poco mayor que él, y que también cumplía con el obligado rito dominguero. El primo iba de la mano de su padre (el tío del chico) y ambos arrastraban un flamante karting a pedales.
El chico quedó fascinado, exorbitado, embelesado. Y al pedido de rigor, la obvia respuesta de rigor. “Todavía sos chiquito” repetía el tío mientras el primo, sentado en el karting, insistía en que sus pies llegaran a la punta de los pedales y en que sus manitos pudieran forzar el pesado volante gris.
El abuelo saludó cortés y no intervino. Se llevó al nieto en brazos hacia la camioneta sin decir nada. Ni un comentario. Pero una vez en marcha, en vez de comprar pan, queso y masitas y de volver a casa para el almuerzo, condujo directamente hacia la casa de rodados que estaba sobre Avenida La Plata, frente a la por aquel entonces cancha de San Lorenzo.
Rodolfo Mendizábal


Dos o tres veces al año “termino en el piso” esa es mi frase…
Una tarde de verano, al salir del auto, cruzando para un arroyo empecé a patinar…
Si patinar….brazos al viento…para un lado y para el otro, tratando de hacer equilibrio para no terminar en el piso tapada de barro… entre tanto y tanto aleteo…
paf!!! “la caída”.
Y si esa soy yo a veces veo las cosas desde el piso, como esa tarde…
Cuando mire para arriba tenia una cola de autos esperando que me levantara.
“Arriba Soledad me dije entre risas”, y di paso a los autos.
Soledad Domínguez


Mi Nombre
Hace 27 años y monedas mis padres me anotaron en el registro civil con el nombre de Martín Antonio Bustamante. El segundo nombre es un homenaje a mi abuelo, y del nombre Martín la única información que tengo sobre su elección es que si nacía mujer iba a llamarme Martina provocando que al ser varón el nombre también, gramaticalmente, se hizo hombre. Desde que tengo mis primeros recuerdos he notado que mi nombre tuvo, tiene y tendrá miles de mutaciones. Desde los clásicos Tincho y Martincho hasta los mínimos Mar y Tin, pasando por los internacionales Martín (sin acento) y Martino. El ultimo episodio en el cual mi nombre se vio modificado se dio en Brasil este verano, aunque esta vez no se debió a cuestiones de apodos o pereza en decir el nombre correcto. Ocurre que en el idioma portugués la silaba “ti” se pronuncia “Chi”, por lo que Marchin se suma a la lista inacabable sobre las variaciones del nombre Martín.
Martín Bustamante


La primer siesta
Me recuerdo en esa tarde de verano, caluroso y aburrido, tirado en el pasto en el fondo de casa, bajo la suave sombra del naranjo, sin chicos a la vista, esa tarde, que pasaba lento o no pasaba y yo mirando las hojas del naranjo, aburrido, nada se movía, ni las moscas estaban de tan lenta que era la tarde, solo mi mente corría sin freno. Entonces paso, una hoja se desprendió del naranjo y cayo…cayo suave… despacio… en danza lenta y se poso como acariciando el pasto, cerca de mi cara y ahí quedo inmóvil, yo que la contemplaba ya sin pensamientos cerré los ojos y me quede dormido.
Raul Sosa


Foto marron con fondo beige y blanco
¡Qué chiquita , y Juan también! Qué elegante el padre, y qué joven la madre!
Los cuatro paseantes miran contentos el ojo del pajarito. Seguro que era domingo, porque es el día en que las manos callosas descansan y almuerzan los cuatro juntos.
A veces suben a un tren, un tranvía o un colectivo y llegan a Luján, Plaza Once o Plaza Italia. Bien vestidos están los cuatro, los padres ya sin alpargatas y los libros esperando a Juan y Alicia.
El pajarito encajó de fondo el mausoleo del sapo diluviano, el trompudo Rivadavia, el del primer empréstito, el que nos sigue enroscándo la víbora.
El padre nunca volvió a sus rías gallegas; la madre alguna vez se mojó en el Dulce santiagueño. Ahora cantan y danzan con la Telesita(1) y las meigas vedoiras(2) .
¿Habrá pajaritos que pidan sonrisas en la Salamanca?

Notas:
(1)Según una leyenda de Santiago del Estero, fue una niña huérfana que vivía en los bosques, y que se alegraba bailando zambas y chacareras. Una noche murió calcinada. Los campesinos le solicitan favores para el trabajo; dan en ofrenda un gran baile y banquete, donde el promesante ofrece siete chacareras seguidas y siete copas de caña para alegrar el espíritu.
(2) Las meigas son consideradas brujas en la tradición popular de Galicia.
Entre los tipos está la Vedoira: Es esbelta y agradable en el trato, contacta con el más allá.

Alicia N. Lorenzo


El cumpleaños
Corría el año 1986, los primeros días de año. Y se acercaba el gran día en el que cumpliría su primer año.
Lejos estaba de su comprensión lo que allí estaba por suceder.
Mucha gente, muchos regalos, mucha atención. Besos por acá, abrazos por allá, mimos y más mimos.
Sus juguetes parecían ser lo que más le atraían. Su pelota y sonajero eran su mundo, sus pertenencias, su forma de expresarse.
Fueron pasando los diferentes momentos del cumpleaños: la llegada de todos los invitados, los regalos que se iban abriendo, la comida, las charlas.
Llegó el momento de soplar la velita, se apaga la luz, comienzan a cantar:
- ¡ Que los cumplas feliz, que los cumplas feliz! ...
Cuando de repente se escucha su llanto. Predominaba el miedo a la oscuridad y el ruido del canto sobre la felicidad del momento de la torta.
Encienden las luz y cesan de cantar. Todo se convierte en muecas, morisquetas y caras locas que tratan de arrancar una sonrisa de su rostro. De a poco su carita comienza a cambiar. Todo fue risas nuevamente, pero de repente, se explotó un globo.

Magdalena Rodriguez


No oscuridad
En la habitación había mucha luz.
No se sabe si era ella.
O el sol que entraba por la ventana.

Lucía Ballivián Belloni

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