20/6/09

TP Nº 9 GENESIS

Según el dialogo final del microrrelato “Genesis” de Marco Denevi, armar una escena.


La Rueda y la Cruz
“¡El tiempo es cíclico!” Me grito el hereje, mientras las llamas comenzaban a calentar sus pies… “volverá Eva a corromper a Adán, volverá Caín a matar…” seguía gritando, el fuego aun no lo tocaba, pero el humo comenzaba a asfixiarlo y en un ultimo aliento escuche que sus labios me decían: “volveré a vencerte inquisidor, una ves mas volveré a vencerte y tu, que no soportaras la verdad ni la derrota, volverás a condenarme”, en sus ojos que me miraban como un fuego pude ver que reía, hasta que por fin el humo lo tapo ¡maldito hereje, maldita secta! ¿Cómo se atreven a importunar el orden del universo, establecido por dios con esta blasfemia del tiempo cíclico? El volver todo a repetirse, ¿Cómo seria posible?... “en un tiempo infinito, había dicho el hereje ante el tribunal supremo de Dios, la cantidad de permutaciones que todas las partículas de materia del Universo son capaces de realizar tiene un limite, pues la materia en si es limitada, por ende en un tiempo que es infinito la cantidad de permutaciones posibles entre partículas si bien desmesurada, es finita, gastadas las cuales, todo volverá a repetirse…volverás a ser tu y volveré a ser yo” me dijo y lo mande a la muerte. El volver a ser yo, un atormentado inquisidor ¡No! Me espera la eternidad del paraíso, el paraíso por siempre ¡maldita secta! La haré desaparecer de la faz de la tierra, el fuego de la hoguera será su fin…
Ha pasado el tiempo y he cumplido, he borrado esta secta macabra, sin embargo, ahora que estoy viejo y enfermo, en la víspera de mi propia muerte, la idea del tiempo cíclico no me ha abandonado, esa mirada de fuego detrás de la hoguera no me a abandonado y ahora tengo miedo, o Dios ven a mi rescate, no permitas que todo vuelva a repetirse, que vuelva a ser yo, el inquisidor una ves mas…estoy cansado y necesito paz, necesito paz eterna…
Sus ojos no se fueron como un fuego, sino mas bien como la ultima brasa de una fogata inestable, una ultima brasa temerosa de despegarse de su calor y sumergirse en la oscuridad de la noche…al fin dejo de ser el inquisidor, solo hasta que sus elementos fueran reunidos nuevamente en una vida…”volverás a nacer del vientre de tu madre y volverás a vivir tu vana existencia, inquisidor”, le había predicho el hereje.
Raul Sosa


Los benteveos corretean por las pampas, otra vez húmedas, otra vez abiertas.
El muchacho está recostado en el tronco de un manzano, cientos de flores blancas zigzaguean en las ramas. El muchacho medita sobre el milagro de tanto verdor, de tanta flor. Espera, su soledad espera. Los benteveos siguen anunciando que alguien llega. El muchacho se levanta.
Una muchacha morena, con los cabellos salpicados de geranios rojos, se acerca riendo. Trae un chingolito en sus manos, lo acerca a su boca, le da su aliento, lo sube a una rama. Está feliz: esa mañana lo salvó de los lobos.
El muchacho también ríe, esa mañana trepó al manzano: tiene frutos rojos, verdes, amarillos en sus manos, jugosos, dulces. Le ofrece uno a la muchacha. Ella lo mordisquea gozosa. Brilla su risa.
El le pregunta azorado cuál es su nombre.
Ella susurra: -Eva me decían mis hermanos. ¿Y el tuyo?
-Adán.
Alicia N. Lorenzo


-¿Cómo te llamas?- le preguntó.
-Eva-contestó la joven-. ¿Y tú?
-Adán.
Él: ¿Qué escondes tras tus cabellos?
Ella: No lo sé.
Él: ¿A ver? Algo se ocultaba por detrás de esa melena, sentía curiosidad.
Eran dos, indescriptibles, me animé, los toqué, suaves a mis manos, calor empezó a recorrer mi cuerpo, quería más, más de ella.
Terminamos siendo uno, enredados.
Tormenta de sensaciones nos inundaron. Prontamente la calma retornó.
Algo muy fuerte golpeaba dentro de nuestros pechos, tiempo después caminando juntos, por el paraíso, ese mismo sonido nacía de manos que golpeaban frutos secos y huecos. Sonidos que evocan el primer encuentro entre un hombre y una mujer, entre Adán y Eva.
Guillermina Sofía Limonta


El Ultimo Lobo
El día después de la guerra nuclear que le dio fin a la humanidad y la civilización, el mundo era un desierto infinito solo habitado por el último exponente de la raza humana, Adán. El hambre y la sed lo ayudaban a no pensar todo el tiempo en el porque de su existencia. Tenía vagos recuerdos del antiguo mundo y ya se había olvidado de experimentar sentimientos como el amor y la felicidad. Sin embargo, de forma recurrente al dormir soñaba con los últimos destellos de los misiles nucleares y un hombre parecido a su padre diciéndole el hombre es el lobo del hombre.
De la misma forma que crecía en edad y estatura, también crecía su enojo e ira por su condicion.
El día que comenzó a crecer la vegetación y aparecieron los primeros animales Adán experimento por primera vez sentimientos de felicidad y alegría. Al ser el único exponente de la raza humana sintió que estaba ante una revelación que le demostraba que otro mundo era posible. Con lágrimas en los ojos creyó finalmente entender las palabras de su padre.
Luego de muchos años finalmente tuvo enfrente a otro ser humano.
-¿Cómo te llamas?-le pregunto.
-Eva- contesto la joven- ¿Y vos?
-Adán.
Acto seguido Adán le atravesó una lanza y mientras agonizaba le dijo.
-Perdóname Eva, solo estoy cumpliendo mi tarea en este nuevo mundo.
Martin Bustamante


Como los de ayer
Estos dos chicos se conocieron por primera vez en la fiesta de un amigo en común.
El primer encuentro surgió cuando se chocaron, ambos se pidieron disculpas y cada uno siguió por su camino.
Pero ese choque fue el motivo para que los dos no dejaran de mirarse durante toda la noche.
Ella se codeaba con sus amigas, susurraba, les comentaba cosas.
Él se hacía el desinteresado, pero no paraba de fijar sus ojos en ella.
De repente sus miradas se encontraron y sucedió lo esperado.
Se acercaron el uno al otro y comenzaron a conversar. Ambos relataron eventos gratos de sus vidas y sus preferencias.
La charla siguió animadamente hasta bien entrada la noche.
La atracción fue máxima. Comenzaron a besarse. Fueron besos apasionados llenos de amor y ternura.
La fiesta fue terminando y los dos chicos tenían que despedirse. En ese momento fue que el chico se dio cuenta de que nunca se habían dicho sus nombres.
- ¿Cómo te llamas? – le preguntó.
- Eva – contestó la joven - ¿Y tú?
- Adán.
En ese momento ambos supieron que estaban hechos el uno para el otro.
Y si, era cierto. Hoy están juntos y felices, pero sin comer perdices, ¡porque son feas!

Magdalena Rodriguez

En un libro muy antiguo se cuenta la historia de amor que traicionó a toda la humanidad.
La visión perversa de un ser Todopoderoso que convirtió, de un plumazo, a la mujer en un traicionero ser, desdeñable, siempre provocador y poco inteligente.
Cuando los cuerpos se encontraron, se dejaron enroscar por la serpiente y tentar por el rojo de la manzana, fueron asilo uno en el otro. Nunca más estarían solos. No serían hijos de nadie. No serían padres de nadie. Sólo ellos, egoístamente ensimismados, atravesados por el placer, muertos de risa.
Se caminaron el cuerpo, se contaron los lunares, se descubrieron iguales. Eternos. Maravillados.
Después del caos, hubo siete palabras.
-¿Cómo te llamas?-le preguntó.
-Eva –contestó la joven-. ¿Y tú?
-Adán.

Lucía Ballivián Belloni

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