20/6/09

TP Nº 6 RELATOS BREVES Y LA RUPTURA DEL ESTEREOTIPO

Escribir relatos breves sobre microrrelatos de ideología, mujeres y amor.

Basado en "Todo proviene de dios menos las mujeres"
Proverbio italiano

Y Dios, de aburrido que estaba, se dio a la tarea de crear el universo, el primer día creo el espacio infinito, el cual es una representación de su propia infinitud, luego las estrellas, para matizar un poco la abismal oscuridad de esa noche eterna, pero como al otro día seguía aburrido nomás, siguió creando y creo la tierra e infundió belleza a la tierra creando el día y la noche, el cielo azul y la luna llena, y creo naturaleza viva, bosques inmensos, verdes praderas, desiertos incomparables y los doto del agua para sostener toda esa vida, y creo animales comenzando por las mas pequeñas criaturas, pequeños bichitos microscópicos del agua y de la tierra y del envión que traía creando siguió hasta llegar a los mas grandes animales que todos conocemos hoy en día, pero ninguno de esos seres era capaz de contemplar esa bellaza, nadie capaz de decirle: “che Dios, que lindo que hiciste al mundo”, entonces se dio a la tarea de crear un ser que pueda disfrutar su creación, un ser creado a su medida y creo al gato y al perro, pasaron los milenios y el gato y el perro entraron en conflicto entre ellos, entonces Dios que es sumamente misericordioso, pensó en crear un ser que trajera la paz al mundo y con gran sabiduría le saco una costilla al perro y creo al hombre, le saco otra costilla al gato y creo a la mujer y así apareció el ser humano en la faz de la tierra.
Pero lo que siguió se le fue de las manos a dios, el perro se hizo ateo y ya no hablan con los hombres ni con dios, enojados por que el hombre, que es un ser inferior se cree el mejor de la creación, “el elegido” y se viene mandando millones de cagadas desde que apareció, molestando no solo al perro y al gato sino también a todo el universo entero, incluyendo a dios que ya no soporta los rezos de millones de personas que solo piden y piden como si dios fuera un bazar de mercadería en oferta y peor, no entienden nada de nada de la belleza del universo creación de dios, ni hacen un esfuerzo por entender que tienen repodrido a Dios con boludeses de conventillo.
Los gatos a diferencia de los perros es la raza de la paciencia, por eso aun creemos en Dios y lo contemplamos todos los días y el nos regala su serenidad, que la visión siempre torpe y errada de los hombres confunde con indiferencia y somnolencia, pobres hombres, solo van detrás de sueños efímeros, pero en esa huida hacia la felicidad transitoria nos están matando a todos y Dios se esta cansando. Nosotros lo sabemos, sabemos que el día que Dios se canse, manda un virus y chau hombres, si te e visto no me acuerdo.
Que contentos nos vamos a poner ese día , los perros y nosotros, que espina nos vamos a sacar, que contento me pongo, si hasta haríamos una fiestita con los perros y seguro superaríamos siglos y siglos de antagonismos…Uy…ahí vienen los hombres…
Hay que lindo…mira carlitos que peludito…no Carlitos no va a volar no lo tires para arriba...Carlitos no es un barrilete…ya se que es suavecito pero no te le sientes en sima…hay Carlitos que juguetón que sos Ja, ja, ja…esta bien Carlitos lo vamos a llevar…
Raul Sosa


Basado en el texto Palabras Parcas de Luisa Valenzuela

El Exiliado Entrerriano
Enzo Ebano, Entrerriano. Estudiante de escribanía. Especialista en escolástica. Eventualmente entrena esgrima. Eficiente empleado estatal en Elche, estado español. Excelente esposo.
En ese encuentro estudiantil en enero. Enzo encontró el enamoramiento. Estaba eufórico. Ella era especial, enérgica. Exhibía escote exuberante. Enzo estallo! Encantadora, enigmática. Era esa esmeralda encantada. Especie en extinción.
Enzo especulo, escondió esto.
En el trabajo estaban esperando este error en Enzo. Ellos eran envidiosos. Esparcieron el eco en el empleo, en el establecimiento educativo, etc. En esa emisora exageraron: ¡escándalo¡ ¡Estudiante edad escolar! ¡estupro!. Enzo echado, enjuiciado, excarcelado. Enterada Enriqueta, Enzo evade estrangulamiento. Enzo epico escapista! Enriqueta es encerrada, Enriqueta es excarcelada. Enzo evalua el escenario. Enzo el exiliado entrerriano!!.
Martin Bustamante


Basado en “Una esposa joven sólo debe ser en su casa una sombra y un eco”
Proverbio japonés

El día en que el joven A le propuso matrimonio a la bella L hubo una reunión familiar muy importante. La familia de novio entregaba un muchacho apuesto e inteligente, con un sólido futuro en los emprendimientos industriales y gran capacidad de inventiva. La familia de la novia suspiraba con alivio, porque se desligaba de una carga muy pesada que arrastraba pocos años pero muchas complicaciones: médicos, tratamientos y cuidados intensivos. Ambas familias ignoraban lo que los novios sentían.
Finalizados los festejos, el matrimonio enfrentó su primera crisis: ¿Quién se ocupará de preparar la comida y planchar las camisas? La obvia respuesta no llegó siquiera a ser esbozada. Una cuchilla se hundió en el cuello de alguien y la sangre brotó con fuerza, salpicando las camisas y arruinando un mantel que no tenía uso.
La defensa alegó maltrato, deshonra y acción de mala fe. La demanda, agravio, provocación y malicia. Hubo que indemnizar de alguna forma a la parte perjudicada. Para tal fin, se convocó a una reunión familiar muy importante.
Rodolfo Mendizábal

Leo conoció a Lisi en las largas playas de un verano azulino. Fue tras sus piernas lentas, sus brazos vientos, sus pies menudos. La lente seguía absorta las huellas leves que la muchacha dejaba en la arena mojada, muy fina, muy blanca. La luz brotó, y la cámara de Leo aprisionó las piernas de Lisi.
Los pies de Lisi giraron, se suspendieron en la espuma salobre, y vieron en los ojos verdes de Leo pequeños hipocampos, grullas quietas, garzas fieles.
Se amaron en la arena muy fina, muy blanca, las piernas de ella abrazadas a los ojos de él.
Leo construyó una casa de madera con ventanales salpicados de mar.
La cámara de Leo buscaba a Lisi, que se alargaba hasta los peñascos buscando corales que prendía a su canto, a su pies, a sus brazos.
Un día llegaron pescadores de otra orilla. Tiraron redes en la arena fina, en la arena blanca; se llevaron garzas, hipocampos, aguas mansas.
Los olas se alzaron en los ojos de Leo, voces viejas dijeron a Lisi:
-Debes ser sombra, debes ser eco.
Los brazos viento de Lisi se abrieron, y Leo vio sus largas piernas que dejaban huellas leves en la arena mojada. Su cámara sólo aprisionó un punto cada vez más lejano.
Alicia N. Lorenzo


Basado en "Puede ser muy rico el niño sentado en la falda de una madre pobre"
Proverbio Danés

El clima estaba muy frío, se veía a lo lejos en el Parque Central, una joven madre. Se refugiaba del invierno caníbal en el hueco de un árbol, nos acercamos, descubrimos que protegía con mantas a su pequeño bebé.
El rostro del retoño se veía suave y cálido, su expresión era despreocupada y relajada.
¡Contrastaba tanto con el semblante de su madre! Ella cargaba con amargura, marcadas arrugas, preocupaciones, asperezas y moretones.
Esta escena inspiraba a los transeúntes hacia la caridad, más de uno le tendió la mano, pero fue inútil. Las ramas del árbol impedían el avance, nadie pudo rescatar a la mujer de la vegetal prisión.
Sólo los podadores, pudieron sacar del encierro a aquellos cuerpos , la madre casi seca, el niño aún ligado al árbol por una delgada rama que, como cordón umbilical, llevaba una brillante savia roja, desde el cuerpecito indefenso. Era una especie vegetal que asombraba a todos los botánicos porque jamás perdía sus hermosas hojas rojas en el invierno.
Guillermina Sofía Limonta


Basado en "Locura de amor" de Isabel Cienfuegos

Él había perdido la cabeza, ella le entregó el corazón. Y paseaban como tantos otros. Él, incómodo con aquella víscera sangrante entre las manos. Ella ansiosa, pretendiendo adivinar su futuro en la inútil esfera degollada.

Ella: -Sí, así es, llevo su cabeza, para donde quiera que el destino me lleve, no me importa lo que los demás piensen o digan. En la oficina, la coloco sobre el escritorio, y la observo, cada vez que me surgen ganas de hacerlo, en casa, la coloco sobre la mesa del comedor, y la alimento, a veces me enojo, ya que, en donde posa, deja su huella marcada con charcos de materia gris, y ahí tengo que asistir, a la pesada tarea de pasar el trapo, lavandina, desinfectante, y otras sustancias, o pócimas mágicas, de esas que aparecen en publicidades prometiendo brillo de estrellas.
Por las noches, la acostaba junto a mí, en la cama matrimonial, en algunas ocasiones, salía rodando, derechito al piso, mi profundo sueño, se veía interrumpido, por el ruido seco que emanaba “la pelota con pelos” al golpear contra las cerámicas.
Una mañana, amaneció con febrícula, mi paciencia se agotaba, cabeza sola, daba mucho trabajo ¡Lo que implicaría el cuerpo entero!
Al trabajo no podía faltar, aspirina mediante, dejé a mi compañero, o mejor dicho a parte de su anatomía, descansando en la habitación.
Sentía culpa, yo en la oficina, y él padeciendo de resfrío en casa ¿Debía quedarme a cuidarlo? Pero… él no sufría de remordimientos por abandonarme, cada domingo por las tardes, para ir a ver los partidos de fútbol con sus amigos.
No y no, esta situación no se toleraba más, el sacrificio de haber perdido su cabeza, no era suficiente para este amor, es más, no se había entregado por completo, su cuerpo vivía en otra casa, en otro barrio, sus abrazos no recibía, ni el calor de su cuerpo, quería algo en su totalidad, no un asqueroso cerebro envuelto en una cabeza llena de pelos, perdiendo líquidos a donde fuera, no sólo que no me dejaba dormir como antes, con sus reiterativas caídas, sino que también, no me dedicaba el tiempo, que yo necesitaba, durante mis días libres, el amor se había marchitado como una flor, era hora de la despedida…
Él: - Su corazón late todo el tiempo por mí, con su cuerpo salímos a pasear días soleados, eso sí, los domingos ni hablar es día de “machos”, fútbol, con los chicos, tomando cervezas y masticando la abundante picada preparada por mamá, o por Laura, la mujer de Nico.
¿Mudarme con ella? Mmm, no sé, es pronto aún ¿Pero para qué? Tiene mi cabeza ¿Qué más puede pedír? Dentro de ella está toda mi sabiduría, las ideas que tengo acerca del amor, de la vida, de la existencia del ser, tiene para entretenerse lindo, con mis constructivas charlas, y mis palabras halagadoras. En cambio yo de ella, tengo solamente su corazón ¿Qué hago con él? ¡Me aburre, me mancha todo el tiempo, ni siquiera puedo cocinarlo y comerlo, ya se está empezando a descomponer y a emanar olores a putrefacción! Sí putrefacción, como este amor, se está pudriendo, ya no da para más…
Aquel día se confrontaron: Corazón, Cabeza, cuerpo de él y cuerpo de ella.
Se dijeron las peores cosas, si, esas que se dicen cuando solo se lleva ira en el alma, pero de repente, ya nada importó, los gusanos empezaron a invadir la habitación…
Guillermina Sofía Limonta

Basado en "Convivencia" de IIdiko Nasarr

Y si, siempre lo más difícil fue la convivencia.
Yo ordenada, él desordenado. Yo limpia, el sucio. Yo prendía la luz, él la apagaba.
Nunca nadie me había dicho que era tan difícil tener marido. Nunca estábamos de acuerdo en nada. Discusiones, malos tratos, peleas sin sentido.
Si me remonto a los primeros años de matrimonio, todo parecía ser un lecho de rosas.
Halagos, besos, abrazos, regalos, bombones y flores. Viajes a lugares exóticos, cruceros, largas vacaciones.
Llegaron los hijos, los soles que iluminaban nuestras vidas.
Pero con el paso de los años ese resplandor se fue apagando.
Todo me molestaba, me exasperaba, me sacaba de quicio. Se me hacía intolerable.
Llegué a tal punto de molestia que hasta la hora de dormir era un martirio.
Odiaba sus ronquidos. Le daba codazos en las costillas, le metía medias sucias en la boca, lloraba a gritos en el baño, le daba leche tibia antes de acostarnos, le tapaba la cara con una almohada. Nada daba resultados.
Cierta noche, la leche tibia tuvo un agregado extra y él por fin dejó de roncar.
Pensé en la existencia de Dios. Inocente soy. Yo a mi marido lo amaba. Sólo odiaba sus ronquidos señor Juez.

Magdalena Rodriguez


“Una mujer fue la causa
de la perdición primera;
no hay perdición en el mundo
que por mujeres no venga.”
Copla popular hispanoamericana


Y cuando escuché esto de aquel, el párroco nuevo y más lindo que se hubiera visto desde hace tiempo en este pueblo donde nunca pasa nada, supe que perderíamos la cabeza en el primer instante en que nuestras miradas se cruzasen.
Cuando me acerqué al altar y ví sus grandes manos tomar esa hostia que desde luego tendría otro sabor, un remolino en la sangre me turbó la mirada.
Nos fijamos uno en el otro. Buceamos nuestros rasgos. Confirmamos que éramos diferentes al resto. Que debíamos ser uno solo.
Después, pueden imaginarse el después. Cada lugar fresco y oscuro de la Iglesia, era un cobijo para nuestra encendida pasión, para nuestra turbulenta procesión de caricias y besos y palabras. Una más infernal que la otra.
Días de infierno y paraíso.
“Pueblo chico, infierno grande”. Cuando llegó el primer rumor de lo prohibido los látigos en la espalda sí fueron suyos, pero sobre la mía.
Todos estaban enamorados de él. ¡Imagínense, él representaba a Dios! Y yo, era una cualquiera.
Él justificaría así todas sus caricias-látigos ante ese Dios. Ese que alguna vez también fuera mío.

Lucía Ballivián Belloni

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